AMIGOS
24 noviembre, 2006
UN AMIGO COMO AQUEL --- II
El balcón de la amistad
poco antes de ser dinamitado
El balcón del Director quedaba separado del nuestro por una simple barandilla . Cada noche yo, que venía de aquel interior de Jorge Juan sin horizonte alguno, me dejaba seducir por ese gran misterio del silencio nocturno que palpitaba en la calle O`Donnell, años cincuenta, por donde no circulaban coches y sí rutilantes estrellas. A poco de iniciar aquella costumbre, Julio, el que sería mi gran amigo, comenzó también a salir al balcón y, apoyados en tan frágil soporte ferroso, fuimos fraguando una amistad sincera. Amistad que por mi parte nunca hubiera roto.
Largas y del todo desiguales eran nuestras conversaciones. Mientras yo sólo podía contarle nimiedades de colegiala: compañeras, monjas, malas notas... , él, mayor en experiecia y años, me relataba sus aventuras amorosas. Siendo más bien feo y más bien bajo, estaba dotado de una simpatía y alegría contagiosas que le beneficiaban, de manera patente, con las chicas (hoy léxicamente igual a tías). Sus andanzas no dejaban de escandalizarme pero al mismo tiempo, impaciente aguardaba sus confidencias. Con el afán de convertirle un día, trascendental en nuestra relación de balcón a balcón, le propuse me acompañara el domingo a Misa. Ya no cumplía con ese precepto desde tiempo atrás y fue su respuesta, retardada y sincera:
_. Cómo lo siento, precisamente este fin de semana voy a la sierra con esa medio novia de la que te he hablado. Y creo lo pasaré a lo grande.
Mi reacción airada: _. ¿Sabes lo que te digo?, voy a rezar para que se te estropee tan grandioso plan,
LLegó el domingo y con él la grata sorpresa de encontrarle en la iglesia muy sonriente. ._¿Qué haces aquí?. Y su respuesta arrancó de mí una silenciosa carcajada: _Se nota que cumpliste tu promesa de rezar. Nada más llegar a la sierra mi acompañante resbaló, se rompió una pierna y tuvimos que regresar inmediatamente a Madrid.
Pasado el tiempo, calculo unos dos años, decidió prepararse para militar en un internado. Nuestra despedida fue una promesa mutua: rezaríamos cada noche un Avemería uno por el otro. Por mi parte lo cumplí mucho más allá de su trágica muerte.
Coincidiendo con la ausencia de mi amigo Julio, conocí al segundo Julio de mi vida que de inmediato pasó a convertirse en el primero. Polo opuesto en todo al ausente, caí como cae el fruto rojo del guindo y las hojas amarillas del otoño. No volví al balcón, ni a encontrarme a solas con Julio. Hasta aquel día de Reyes y de mi primer "guateque", recien cumplidos los diecisiete.
Por el Paseo de Ronda de los altos árboles que desapareció, como la mayoría de los lugares queridos de mi adolescencia, para transformarse en el Doctor Esquerdo de las sirenas, atascos y topetazos,caminaba con mis hermanos y el grupo de amigos cuando Julio,que disfrutaba de sus vacaciones navideñas, me apartó ligeramente del resto para contarme lo que había sido su vida durante los meses que llevábamos sin vernos: esfuerzos de superación personal, ilusiones y proyectos de futuro comenzaban a ser una meta para él que nunca tuvo otra preocupación que la de un atolondrado presente. Sus ojos brillaban y yo me sentía feliz de participar en el gran cambio de mi amigo. Sin embargo, el cariz que fueron tomando sus palabras sembró en mí una inquietud creciente.
._¿Te das cuenta?, ya voy a tener algo que ofrecer a la que sea mi mujer. En ese instante, por su entonación y su mirada,intuí lo que vendría después. Mi corazón destrozado, no tanto como el suyo cuando concluyó confesando que todo aquello lo estaba haciendo sólo por mí. Enamorada ya de otro Julio, ¡qué dolorosa mi respuesta!, para él y para mí. LLoraba con el rostro enrojecido. Para suavizar la situación formulé una estúpida pregunta: ._ ¿Por qué no me lo dijiste antes?. Truncada su voz, escuché una agria respuesta: ¿Cómo podía yo, con lo desastre que era, decir a Goyo que quería salir con su hija?. Qué pena sentí y que pena siento al recordarlo. Julio tenía una gran capacidad de reacción y, mientras recomponía su desencajado rostro y sus lágrimas retornaban al lagrimal, comprendí que no tardaría en torcer su rumbo. Nada más llegar al lugar donde se celebraría el "guateque", fueron confirmados mis temores. Se emparejó con la más liberal de mis amigas dándose, como decíamos, "el lote" con ella sin el menor recato.
Abandonó sus estudios y no tardó en emigrar a Londres. Trabajó y se casó con una inglesa. Tuvieron un hijo pero Julio bebía en exceso y no tardaron en divorciarse. A penas tuve noticias suyas. Yo inicié mi vida de casada en otra ciudad. Nuestras familias se distanciaron en amistad y domicilio. Por amigos comunes pude enterarme de algunos sucesos de aquellos vecinos que tanto signuficaron para nosotros, al menos para mí ,y a los que quise de verdad con ingenuidad quinceañera. Con suma tristeza conocí, a destiempo y en la lejanía de nuestro destino gaditano que Julio, mi amigo, había muerto tragicamente en accidente de automóvil.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario