AMIGOS

30 diciembre, 2010

MI GRAN VÍA Iª parte

Durante todo el año 2010, se ha venido celebrando en Madrid el centenario de la construcción de la Gran Vía y uno de los homenajes, dedicados a esta famosa avenida madrileña, ha sido el de una especie de cortos emitidos por la televisión autonómica, donde diversos personajes, más o menos famosos, daban en unos minutos su testimonio de lo que para ellos suponía la Gran Vía. La mayoría, por no decir todos, no habían nacido en Madrid, pero aquí se habían abierto camino en el mundo literario, artístico, político, en televisión,  en el cine y demás ámbitos. Al terminar el reportaje se les regalaba un simil de rótulo callejero con la leyenda: Gran vía de fulano o mengana. Esto  ha sido el motor para  escribir este post, pienso que con todo derecho, ya que considero esta arteria de Madrid más mía que de nadie.

Creo que esta fotografía realizada por uno de aquellos fotógrafos callejeros que solían asediarte por las principales calles de Madrid, avala, en cierto modo, mi aspiración a tener mi propio rótulo de la gran Vía




La fotografía debió de ser tomada en la primera década de los años cincuenta, por el detalle del edificio de la Plaza de España sin terminar de construir. Yo debía tener 13 o 14 años y estoy con mi madrina, hermana de mi padre, Pili, amiga suya y Carmen, otra de mis tías.



Así quedó, una vez terminado, el edificio España, el más alto de Madrid en aquella época, el rascacielos lo llamábamos. Se empezó a construir en el año 1945 y fue concluído en el   1953.

En esta plaza de España termina la Gran Vía que consta de tres tramos. Comenzó su construcción  en Abril de 1910 para aligerar el paso por la Puerta del Sol y  con la intención de enlazar la calle de Alcalá con la Cuesta de San Vicente y Princesa. El Rey, alfonso XIII, dio el primer piquetazo del inicio de las obras. El primero de los tramos se finalizó en 1917 y fue el de la Red de San Luis y Alcalá.

Mi apasionada relación con la Gran Vía:_

El cariño y la admiración que siento por esta gran avenida se debe a que en ella y sus aledaños di el gran paso de niña a mujer, del Colegio a la Universidad.
Cómo ya he contado con anterioridad en este blog, estudié la carrera en lo que antes se conocía por Universidad Central, viejo caserón de la calle llamada ancha, algo que nunca entendí, de San Bernardo. Por aquellas aulas, desde el siglo XIX, pasaron las cabezas más ilustres de la sabiduría española, a excepción de la mía, en cuanto a sabiduría se refiere, por supuesto.

Al desembocar la calle de San Bernardo en la Gran Vía, por entonces compartía su nombre con el de Avenida de José Antonio, sin incompatibilidad alguna, unas veces la nombrabas como Gran Vía y otras como José Antonio, la mayoría de los alumnos, al terminar las clases, desembocábamos también en ella, era como un iman de atracción irremediable.  



Continuará...

08 octubre, 2010

NUESTRO PRIMER BAILE

En la fotografía: Julio, Militos, Antonio, Mendiondo y su novia, más tarde su mujer.

Los tiempos actuales no se parecen en nada a los de aquellos días. A veces me pregunto cómo una misma persona puede haber vivido cosas tan diferentes, a veces opuestas, en un mismo país, en una misma ciudad, en un mismo mundo. no es que me parezca mala la época que vivimos en la actualidad, la verdad es que me he adaptado a ella de manera prodigiosa y la disfruto con intensidad en todo lo bueno que tiene, pero sí, en cierto modo, cuando me paro a recordar, me cuesta identificarme, sentirme una con la que fui...

En fin, mi intención no era la de filosofar en esta entrada, sólo pretendía relatar cómo fue aquel primer baile mío y digo mío porque Julio ya lo había hecho otras  veces antes de conocernos. Yo ni con él ni sin él había bailado nunca, a excepción de con mis hermanos, en mi casa y en casa de aquel amigo entrañable que también se llamaba Julio y que fue el primer amigo íntimo que tuve, a los quince años. De su vida, que acabó trágicamente, ya hablé en este blog en tres post titulados:  "Un amigo como aquel."

Debo aclarar algo: No me gustaría que alguien pensara que era una sosa, remilgada o torpe para el baile, por el contrario me encantaba y no lo hacía nada mal; el único impedimento fue una ofrenda  a la Virgen María que tuvo conmigo la delicadeza de quererme en su Congregación Mariana cuando era una quinceañera. Una de las Normas, entre otras, de dicha Congregación fijada por la Superiora del Colegio, Madre Fernanda, era la de no bailar, algo que no suponía nada para la gran dicha de ser congregante y llevar siempre su medalla conmigo. Esto que ahora puede parecer pueril, entonces era bastante normal. ¡¡Qué le vamos a hacer, éramos así!!
Cuando conocí a Julio fui a algunos "guateques", pero nunca bailé, lo pasaba muy bien viendo a los demás y "pinchando" los discos, aunque me "picaba" verle a él lucirse con mis amigas.
No fuimos novios hasta pasado un año y meses de conocernos, cuando estaba a punto de ingresar en la Escuela Naval Militar.


Recién comenzado el cuarto curso y unos días antes de su embarque en el Buque Escuela Elcano, que fue el 9 de enero de 1959, tuvo lugar nuestro primer baile juntos... Era la noche del 5, en la fiesta que se conocía como el Cotillón de Reyes.
Conseguir el permiso paterno para salir por primera vez de noche con el novio, a pesar de mis ventidos años, fue toda una odisea. No lo hubiera conseguido sin la intervención de mi hermano Jose Luis, que por entonces era Aspirante de segundo en la Escuela Naval.
La salida sería con él, unos compañeros y su inseparable amigo del colegio, Mendiondo, ojito derecho de mi padre porque  ya jugaba en el Atleti Madrid como defensa izquierdo; buen jugador de futbol y buen juerguista lo que ocasionó su breve paso por el equipo, aunque siempre siguió en ese mundo, consiguiendo que su hijo también jugara con los llamados "colchoneros." Actualmente, éste último se encuentra en un equipo turco con el antiguo entrenador nacional Luis.
Mi intención tampoco era la de hablar de futbol, pero fue algo colateral que influyó de manera favorable en la autorización de mi padre.

EL  BAILE 

Artículo del ABC, que aún conservo, aunque muy deteriorado, donde se narraba la llegada de Elcano a Puerto Rico.
Por esos días escribí en mis cuadernos:

Leí en el ABC que llegó a Nueva York el Juan Sebastián Elcano, con tres días de retraso a causa del mal tiempo. Lo que da lugar a mayor retraso en las cartas de Julio, bueno lo importante es que llegue bien y con buen ánimo. Rezo con ellos su oración de la noche en la cubierta del barco:
"Tú que dispones de tierra y mar,
haces la calma y la tempestad,
ten de nosotros, Señor, piedad,
Señor, piedad..."
Piedad de ellos, Señor, y de mi que esto se me está haciendo muy largo.  
En fin y por ahora, no ha sucedido nada más en este 17 de abril en que el cielo está despejado, con el contraste de un viento huracanado que la tiene tomada con mi pelo y con mis faldas

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Ese 5 de enero para nosotros era ya la despedida, al día siguiente de Reyes, Julio, marcharía a Marín (Pontevedra) para embarcar el día 9 hacia las Américas. Por eso aquel  baile fue tan especial, por ser el primero y por estar acompañado de una larga separación de seis meses, con la gran incógnita de si seríamos capaces de superarlo... Agasajado él en todos los puertos, hoy se diría acosado, por las jovencitas más relevantes de la sociedad americana y yo en la Universidad con muchos compañeros, aunque esté mal el decirlo, deseando el fracaso de mi compromiso.

Para muestra una imagen

El interfecto y  sus compañeros cortejando a la Mis Pensacola de aquel año.

Aquella noche, con mi hermano y sus amigos fuimos a recoger a su gran amiga, una de las hijas del escritor Torrente Ballester, brillante intelectual ferrolano, galardonado con numerosos premios, entre ellos el Cervantes y multiples novelas, Don Juan, La rosa de los vientos..., obras de teatro: El viaje del joven Tobias, El retorno de Ulises..., aunque la que le  haría más popular fue la trilogía "Los Gozos y las Sombras."
Tengo que reconocer que tanto la mansión como la niña eran impresionantes, no demasiado guapa, pero con un estilo apabullante; todos con la boca abierta cuando descendía hacia nosotros arrastrando su abrigo por una escalinata de película.
Y a todo esto, ¿Del baile qué?:
Si digo la verdad no recuerdo mucho, sé que fue en el hotel Castellana Hilton de la calle Miguel Ángel, con reparto del clásico cotillón y la emoción nueva de verme en brazos de mi novio, arrullados por la música que debía ser lenta y melancólica a juzgar por la foto




Como era costumbre, de allí fuimos a tomar chocolate con churros a San Ginés. Algunos comenzamos el nuevo día, festividad de los Reyes Magos, en la primera Misa de la mañana, con la sorpresa de que el sacerdote, oficiante de la Santa Misa,en su homilia, nos lanzó un tremendo rapapolvos por asistir a la misma con nuestros trajes de fiesta,  para él indicio de orgia  y desenfreno.

Lo que sí recuerdo, como si fuera hoy, es el enfado y la cara de mi padre cuando, ingenua de mi, le enseñé esta fotografía. Estaba convencida de que le gustaría y mi asombro fue su respuesta:

"Si ya decía yo que no debí dejarte salir."
Atónita me quedé, pero no me atreví a preguntar nada por miedo a una bofetada paterna que nunca, hasta ese momento, había estado a punto de recibir.
¿A qué se debería su enfado?: Mi madre, como casi siempre, supo traducírmelo:
"Pues, hija, que estáis demasiado juntos"
 No podía creerlo. Si es lo que digo, aquellos tiempos no tienen nada que ver con éstos.
Año y medio más tarde nos casamos.


15 enero, 2010

CUANDO UN AMIGO SE VA



De izquierda a derecha: Julio, Carmen, Luisa y Jesús

Hace días que vengo "rumiando", como diría mi madre, esta entrada sin decidirme a sacarla a la luz, concretamente desde el 30 de diciembre último. Mi indecisión se debe a que me siento herida. La noticia ha sido como un desgarro que me acerca a unos años maravillosos, aquellos entre la adolescencia y la juventud, cuando tuve mis primeras experiencias en el conocimiento y trato con el llamado sexo opuesto; calificación que me parece errónea a todas luces, ya que más que opuesto es complementario, absolutamente complementario.


Nuestro amigo Jesús falleció el 30 de diciembre, en Méjico, donde residía desde que contrajo matrimonio. Sólo nos veíamos una vez al año, en Navidad cuando venía unos días a celebrarla en su querida España. Este año notamos su ausencia y por una llamada de teléfono nos llegó la triste noticia. Hace nueve años tuvo ya un paro cardiaco que superó, al parecer, sin consecuencias, pero que al final se ha llevado nuestra amistad a un lugar donde, si quiere, podrá tenernos más cerca que desde el continente hispano, por mi parte así lo voy a intentar.


Todo se ha revolucionado en mi interior, aquellas vivencias que siempre estuvieron conmigo han vuelto a ser actuales. Ya en posts anteriores he hablado a menudo de él porque tuvo mucha incidencia en mi vida, anterior a mi noviazgo y también en los primeros años del mismo. Siempre senti por Jesús un gran cariño que los años, a pesar de la lejanía, no han podido borrar. Padrino de uno de mis hijos, Yayo, ha sido un gran padre de familia numerosa, seis hijos nacidos todos en Méjico, pues Malena, su mujer, es mejicana e hija del antiguo empresario de la plaza de toros mejicana. Jesús era Ingeniero Industrial de los que cursaron la carrera en la Escuela Superior madrileña, situada aún en pleno paseo de la Castellana. En Méjico D.F. levantó una industria textil que en la actualidad ya dirigian sus hijos.

Pero lo que a él me unía era muy anterior a su vida mejicana. de la que quiero destacar lo bien que se portó con mi hija Esther cuando el Buque Escuela Elcano llego a aguas de Acapulco. La recogió en el barco para hospedarla en su magnífica mansión y tratarla con todo ese cariño acumulado, tanto en él como en nosotros, desde nuestra más tierna juventud y mantenido en la distancia temporal y espacial que nos separaba.


Jesús fue el mejor amigo de Julio, mi marido, desde los tiempos de alumnos del colegio del Pilar, por eso, en la primera salida con ellos y mis amigas, Carmen y Luisa, fue su acompañante elegido. Parece que vuelvo a aquel parque del Retiro, donde por primera vez me retrataba con unos chicos a mi lado. Era en los días anteriores a la Navidad de 1954. Un Diciembre frío y soleado, con ese cielo azul del Madrid de antaño, sin polución ambiental de ninguna clase, cuando pasear era un placer carente de riesgos. La cortedad de mis diecisiete años recién cumplidos, unida al flechazo que sentí, desde la primera vez que ví al que más tarde sería mi novio y marido, a penas me dejaba articular palabra, mientras mis amigas, más desenvueltas, llevaban la voz cantante. Mis respuestas a toda la conversación eran las risas continuadas y nerviosas.

Esta foto a la salida del colegio, cuando las colegialas éramos muy colegialas, algunas más que otras, eso sí, corresponde al curso 6º de bachillerato, el mismo año que conocimos a Julio y Jesús



De rodillas y de izquierda a derecha: Pilar, Militos, Carmen, Teresa.
De pie: Pitu, Mary Paz, Carmen, Concha e Isabel (Cuchi)

Tal vez el hecho de haber iniciado con ellos mis salidas con chicos, ha hecho que siempre conservase aquella amistad con un valor añadido.

Aquel primer paseo por la Rosaleda del Retiro lo inmortalizamos con algunas fotografías como éstas, que motivaron en mi, un callado enfado porque siempre era Jesús quien se colocaba a mi lado y no el que me hubiera gustado.







A los pocos días de esta salida, concretamente en la festividad de los Reyes Magos, organizaron mis amigas lo que sería mi primer güateque, algo que también he narrado en este blog de recuerdos y que en esta Navidad ha vuelto a mi presente por el hecho de que aquella tarde, Jesús fue mi inseparable acompañante. Yo no bailaba, acababan de imponerme, el día de la Inmaculada, la medalla de la Congregación Mariana y entre otras normas, establecidas por las monjas del colegio, figuraba la de no bailar. Él permaneció a mi lado, ayudándome a elegir los discos con los que los demás movían el esqueleto. Cuando la mayoría de los invitados desaparecieron, Jesús, se sentó ante el piano de la madre de Carmén para dar un recital de música, sin conocimiento alguno de la materia, y dedicárlo íntegro a mi. Todo fue muy divertido y he de reconocer que me sentí halagada con aquel detalle que, en parte, me resarcía del poco caso que Julio me había hecho en toda la tarde.



Tengo muchos recuerdos de nuestro amigo fallecido porque durante los cinco años que Julio, siendo ya novios formales, permaneció en la Escuela Naval Militar, Jesús acudía con frecuencia a buscarme a la Facultad de Económicas en la Universidad Central de San Bernardo. Me acompañaba a casa, segun decía, por encargo de su amigo. Su trato me encantaba, muy agradable y ameno, pues era una persona formal y estudiosa. La pega que mis amigas le ponían era la de que tenía apariencia de señor. Yo lo pasaba bien con él y me ayudó en aquella larga ausencia de mi Infante de Marina.




No voy a contar más detalles de nuestra amistad, todos buenos, en parte ya reflejados con anterioridad en este blog. Termino estas líneas diciendo que fue una persona excepcional, trabajador incansable y amante de España, cuya trayectoria seguía desde Méjico, donde llegó a alcanzar algunos cargos importantes en el mundo empresarial, escandalizado y asustado, desde hacía muchos años, por el rumbo que nuestra Patria estaba tomando.

DESCANSA EN PAZ, QUERIDO AMIGO.
Nos has dejado demasiado pronto, he llorado tu marcha y siempre te recordaremos. Sin duda Dios te encontró preparado para llevarte a su lado. Bendito sea Dios que a cada uno busca en el momento oportuno.


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