AMIGOS

03 noviembre, 2006

INTERVALO


ANOCHECER EN NORAY






Las vacaciones y algunos problemas técnicos han impedido mi comunicación contigo, Noray.

¡Vacaciones!, eso dicen, aunque sea la época más trabajada para las que, a los ojos de la sociedad, no trabajamos. Y lo digo sin acritud. Borra, borra… Estas palabras me recuerdan a aquel que las hizo famosas. ¿Memorizas?. Claro que él no pronunciaba la d final. Atributo éste privativo de los que en la actualidad pertenecen a ese engendro político, conocido como Realidad Nacional. Para más datos, precursor del que se define como el del Talante.
Mis días de verano siempre se desarrollan en el mismo lugar, en la casa de campo que también bauticé con este nombre: Noray. Allí, entre los montes de Guadalajara, acuden amorosamente, como a la madriguera, los hijos desperdigados por los fríos del invierno. Hijos con hijos, claro. Para cualquier madre de familia numerosa, volver a sentir la casa llena supone una renovación; juventud y dicha nuevas. Pero sólo los pájaros y yo somos dueños absolutos de las amanecidas, que escribo en femenino por aquello de los grandes y aparentes logros de este siglo.
Un propósito escondí este año en las maletas, no en las de la ropa sino en la de los libros. , la firme decisión de expugnar (cómo decía mi madre, cuando con la interna de turno, empleaban sus horas seleccionando las legumbres de la posguerra. Es una imagen que enlazo siempre con mi primera infancia) entre algunos de los recortes de periódicos coleccionados; de manera personal que no guarda relación alguna con los más destacados o representativos de la vida nacional ni internacional. Pero son los míos y, con todo respeto a los derechos de autor, más de mi propiedad que la mente o la mano que los transcribió al papel.
Cuando las golondrinas, que este año decidieron establecer su nido entre las persianas de bambú que sombrean el porche, dejaron su impronta blanquecina sobre los papeles que la noche anterior abandoné en la mesa de los desayunos, descubrí que ellas caprichosamente habían elegido por mí.
¡Y qué acierto!. Miguel de Unamuno, pensador y creador de vidas intensas y controvertidas; de esas que se empeñan en una lucha incesante contra el peor enemigo que puede tenerse: uno mismo. En el artículo a que me refiero, publicado en el suplemento Alfa y Omega (17-7-2003) encontré una imagen del escritor que, vergonzosamente, confieso desconocía.
Su título: País, paisaje y paisanaje. Extraído del periódico AHORA, ( 22 de Agosto de 1933). Posteriormente pasaría a formar parte de su libro: PAISAJES DEL ALMA.

…..Soy español, español de nacimiento. De educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio…
¡Fantástica definición para tan eminente e incomprendido vasco!.


Esa mano tendida al mar poniente que es la tierra de España… Y sobre ella, sobre esa mano, la palma azul de la mano de Dios, el cielo natural…Y esa mano ¿pide u ofrece?...

…Les conozco a esos pobres diablos…Querían convencerse de que eran una especie de arios, de una raza superior y aristocrática. Conozco a más de uno que, en su falta de conocimiento de la lengua diferencial del país nativo, estropeaba adrede la lengua integral del país histórico, de esa patria común que nos sustenta entre Mediterráneo, Atlántico y Cantábrico, a todos los españoles….

Y luego decir que se les oprime, que se les desprecia, que se les veja. Y falsificar la historia y calumniar. Y dar gritos los que no pueden dar palabras…
Lo que no pudo saber Unamuno en el año 33, es como esos mismos seguirían enredando y matando hasta conseguir que un gobierno, de esa España que el amaba con pasión, les tendiera una mano llena de concesiones, privilegios y desprecio a sus propias víctimas.

…¿A dónde ha venido a parar la contemplación de la mano de tierra que es España!.. Mano que cogió a América y lengua que le habló en su lengua. Y, desde ambos, otra mano le enseñó su misión, su historia. Por encima de regimenes.

No me importa reconocerlo ese día de verano, cuando las golondrinas, antes de emigrar, marcaron este artículo entre muchos de mi colección, lloré en solitario y en abundancia por esta España que, como Unamuno, siento es mi profesión y oficio.

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