AMIGOS
19 diciembre, 2005
El dia que aprobé Castañeda. In Memorian de mi padre
"La de ayer, 18-VI-59, fue una fecha gloriosa: ¡aprobé Castañeda!".
Sí, porque cuando estudiábamos Económicas en la Universidad Central, aquel añejo caserón de San Bernardo, no se trataba de aprobar o suspender la Teoría Económica de segundo, allí aprobábamos o suspendíamos Castañeda.
Leyendo un viejo cuaderno, acabo de encontrar lo que escribí cuando sucedió tal acontecimiento y me decido a transcribirlo por si aún existe alguíén, por estas "latitudes", que haya pasado por semejante trance y podamos compartirlo.
"Me emocionan las atenciones de mis compañeros y ayer las recibí a montones. Me encontraba, como siempre, bromeando con ellos cuando me enteré que la próxima en entrar al "aula de la perdición" sería yo. Como la primera vez que pasé el escrito y llegué al examen oral, me entro un espantoso temblor y comencé a decir que no me presentaba. Alejandro y Josefina me subieron del bar una enorme copa de coñac y, aunque no me gustaba nada, me la tomé de un trago a pesar de los consejos de la mayoría. Ignoro si lo del coñac es una costumbre institucionalizada para enfrentarse a Castañeda o si Alejandro estuvo en mi primera derrota, recordó el efecto que la bebida hizo en mí en aquella ocasión y decidió repetirlo. El caso es que me sentó de maravilla. Casi olvido el examen hasta que ví salir del aula a José y su cara me dijo el resultado de su prueba. Ni siquiera pude consolarle porque no tardó la voz de Nieto en anunciar mi apellido. Me levanté como impulsada por un resorte y atravesé aquel umbral con más energía que la de cualquier militar dispuesto a ganar una dura batalla.
Nieto (profesor ayudante) se acercó a mí con la primera pregunta:"Equilibrio en el consumo temporal". Tuve suerte porque la había repasado la noche anterior. desarrollé la pizarra en cinco minutos y no tardó Don José Castañeda en aproximarse al lugar de combate. Me atacó con algunas pegas y preguntas que fuí repondiendo y, sin casi darme cuenta, me encontré escribiendo la segunda pizarra: "Resolución gráfica del duopolio". Esta no la tenía reciente pero la pizarra me quedó perfecta, tal y como me la había enseñado el gran profesor particular que en la facultad siempre se recomendaba a los sufridos alumnos de Castañeda. Volví a tener suerte porque Nieto, después de examinar detenidamente lo plasmado con la tiza, dijo:"puede irse", lo que suponía mi aprobado. De inmefiato pensé en mi profesor: ¡al fín, Goyo!.
Mi aprobado resultó un poco pasado por agua; en primer lugar porque suspendió a mi mejor amigo y en segundo lugar por el comportamiento grosero de Castañeda que empleó su más cruel ironía en atacar a los profesores particulares y a los incautos alumnos que, según él, caíamos en sus garras. ¡No hay derecho!."
Hasta aquí lo escrito hace casi medio siglo.Pero, cuando van a cumplirse diez años que se fue mi profesor y sus restos descansan en el cementerio de la Almudena, se me ocurre pensar en la paciencia que tuvo conmigo y en el mal ejemplo que dí a sus alumnos. Claro que yo venía de Letras. De todas formas en estas líneas, escritas en un cuaderno ya amarillento y compartidas con Curvas de Demanda e Integrales, que nunca pude imaginar colgadas en una página como ésta, late de manera explícita e implícita su nombre, su persona y todo ese amor que supo derramar en sus hijos -más tarde también en sus nietos- sin zalamerías ni adulaciones, pero con preocupación y entrega hasta el fín de sus días, Y tal como era con nosotros lo era también con todo el mundo, en especial con sus alumnos. Por eso tuvo tantos y tan queridos; por eso la parroquia de San Juán Crisóstomo estuvo tan repleta de hombres y mujeres que fielmente le recordaban en su funeral. Por cierto, no supe reconocer a nadie, tenendo la seguridad como tenía de que muchos de los que conmigo estudiaron, no podían perderse la última y magistral lección de mi padre.
¡Descansa en paz, papá!, y perdóname por tardar tanto en aprobar Castañeda.
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1 comentario:
Realmente me ha, ya no emocionado, sino estremecido, recordar a Don Gregorio González-Irún, fiel profesor, entregado y absorto con cada uno de sus alumnos. Heme aquí, Goyo, exactamente 10 años después de tu desaparición, tan sólo de este mundo porque, es seguro que en mis recuerdos perdurarás eternamente, como ese expléndido profesor que, añado, también supo tener una incansable paciencia conmigo. Hoy, puedo entender más que nunca el sentimiento de amar y apreciar con orgullo a a una gran persona, que no necesitaba de falsos cinismos ni palabras de cariño, para quererte a tí también y saber valorar y apreciar tu trabajo, y mira que me costaba!!!!.Hoy entonces, es el día que, con pleno orgullo, entiendo porque tu bisnieto, Alejandro, es poseedor de esas tremendas facultades para el cálculo y la ciencia exacta, cuando su madre, muy a su pesar, siempre ha sido algo nula para ello.Gracias mi queridísimo abuelo, gracias...!Raquel Yáñez González-Irún
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