A mí derecha Jose Mªechevarría (el sufridor conmigo de la becerrada), a la izquierda Carrasco, Carmina y Alejandro. En frente, mi gran amigo Tomás con pan en la mano, Estrella, Marcelino de Dios y alguno más.
Con toda sinceridad debo confesarlo:¡en blanco!. Y cada vez que entro en Noray, desde el 25 de noviembre, mi mente se bloquea. Creo que hice mal en publicar esa fotografía de Castañeda. Por más que hablo de madurez, en el fondo, la imagen de aquel personaje que marcó mi carrera universitaria, como la de tantos economistas de los primeros años, continua paralizando mis neuronas.
Pero hoy estoy aquí, decidida a continuar con estos recuerdos de universitaria que dudo interesen a nadie pero que reviven para mí una época de risas y amistades, donde fui feliz sin tener conocimiento de que lo era. Eso es lo malo de la felicidad, hace tan poco ruido que sólo la descubres cuando ya se ha ido.
Nuestro Paso de Ecuador, según el programa de festejos que, junto a la fotografía de la comida y dedicatorias de profesores y compañeros, conservo en una vieja carpeta de color verde y rígido cartón, lo celebramos del 17 al 22 de febrero de 1958. El objetivo de tal celebración era el de festejar juntos, los que juntos iniciamos la andadura universitaria. Carecía de interes el hecho de que la la carrera se hallase o no en la meridiana de asignaturas aprobadas.
La lectura del pregón tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad, salón majestuoso donde se convocaban los actos más significativos: Apertura de Curso, entrega de becas, títulos, doctorados, conferencias... . Como vivíamos sombreados por lo que hoy se ha dado en llamar nacionalcatolicismo, que por cierto, a nadie perjudicaba, se celebró una Misa de libre y multitudinaria asistencia. Comprendo que en el nuevo siglo no pueda ni vislumbrarse ese aire especial de fiesta con que se revestían los actos iniciados con la Santa Misa. El Sacrificio del Altar presente para todo el que deseara aprovechar aquella gracia, libre y gratuita.
Regresan a mi memoria las canciones de la Tuna; el baile con uno de los tunos y mi percance con la combinación. La comida con profesores y alumnos y ¡cómo no!, la becerrada. Por supuesto , no faltaron pantomimas, teatro, encuentros deportivos y hasta un Auto Sacramental. En el programa leo que hubo un baile de gala en el hotel Castellana Hilton. Con sorpresas y gran fin de fiesta, al que no asistí, porque por ahí no pasaba el novio ausente que se encontraba en la Escuela Naval. La comisión organizadora le dio el nombre de "Baile del Oligopolio", como no podía ser menos tratándose ya de medio economistas.
Pienso que mejor que estrujar mi memoria extrayendo vivencias más o menos exactas, será mejor copiar tal cual, lo que sin duda escribiría por aquellos días. Sí recuerdo que disfruté como no creía posible, sobre todo por la timidez y complejos que siempre me asaltaban ante esas reuniones masivas. Por entonces ya había cambiado de pandilla por otra más afín a mi manera de ser. Más o menos el grupo lo formábamos: Tomás Garcia Docio, Jose María Echevarría, Marcelino de Dios, Carrasco, Alejandro Mola, Manolo Centeno, Carmina Hidalgo, Mary Cruz....
He rebuscado en varios cajones y en los cuadernos de esos años y lo único que encuentro es un papel amarillento, plagado de curvas y fórmulas con integrales por un lado y por el reverso una pequeña reseña, a año pasado, sobre nuestra fiesta. Por lo tanto con aquellas líneas y con mis recuerdos voy a intentar resucitarla.
"Soy feliz oyendo Clavelitos. Recuerdo mi Paso de Ecuador y me repito una vez más que han sido los mejores días de Facultad. Un tuno me dio un clavel y ma sacó a bailar. Al día siguiente salio un trocito de mí en el ABC"."
La ronda de la Tuna tuvo lugar en el patio trasero de la Facultad. Los propios tunos organizaron el bailoteo. El que me sacó a mí era bastante feo y bajito. Le conocía con anterioridad y siempre me pareció muy simpático. Cuando más entusiasmada me encontraba, sentí que algo se me aflojaba por la espalda; no tardé en darme cuenta que se trataba del corchete del forro negro que solía ponerme debajo de las faldas (nunca me gustaron las combinaciones que se llevaban porque abultaban mucho y para sustituirlas me hice un forro negro y otro blanco alternantes, según el color de los vestidos). Salir de aquel percance fue cuestión de segundos. Entre paso y paso propiné una patada al dichoso forro que de manera inexplicable desapareció entre la polvareda que levantaban nuestros pies al ritmo de la música. Al parecer nadie se percató, pero ya para siempre el machacante "Clavelitos" y una suave tela de raso acariciando mis piernas, van unidos en ese universo atemporal de los recuerdos.
El jueves 20 de febrero nos reunimos para la "Opípara Comida", según el programa, en el Círculo de la Unión Mercantil. No memorizo si fue opípara o no, pero sí divertida y animada. En la foto veo que al final me decidí por el vestido negro estrecho y de manga corta que hicimos entre Julia y yo. Con el cinturón ancho de ante color rojo. Guardado durante años y años por si alguna de mis hijas lo aprovechaba y del que me deshice últimamente. A los postres nos movilizamos para intercambiar dedicatorias en la invitación: "A unos ojos negros" de Alejandro Mola; "A mi petit poupé", no descifro su firma. "Eres tan guapa como buen economista tu padre", creo que de Manolo Centeno, a lo que respondió nuestro profesor de Estructura Económica, José Luís Sampedro: "Economista no sé, pero guapa, ¡bárbaro!". Sin duda ya despuntaba como académico de la Lengua. Como oro en paño guardé esta tarjeta con autógrafos inspirados y cariñosos. Había entre nosotros una corriente de compañerismo y afecto que todavía hoy añoro. Como oro en paño, hasta que hace unos meses quise tenerla más a mano y, por no sé qué extraño maleficio, no soy capaz de encontrar.
Y para no alargar más este tramo de añoranzas, dejo para mañana la narración de la becerrada con la que finalizaré el relato del Paso de Ecuador.
Pero hoy estoy aquí, decidida a continuar con estos recuerdos de universitaria que dudo interesen a nadie pero que reviven para mí una época de risas y amistades, donde fui feliz sin tener conocimiento de que lo era. Eso es lo malo de la felicidad, hace tan poco ruido que sólo la descubres cuando ya se ha ido.
Nuestro Paso de Ecuador, según el programa de festejos que, junto a la fotografía de la comida y dedicatorias de profesores y compañeros, conservo en una vieja carpeta de color verde y rígido cartón, lo celebramos del 17 al 22 de febrero de 1958. El objetivo de tal celebración era el de festejar juntos, los que juntos iniciamos la andadura universitaria. Carecía de interes el hecho de que la la carrera se hallase o no en la meridiana de asignaturas aprobadas.
La lectura del pregón tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad, salón majestuoso donde se convocaban los actos más significativos: Apertura de Curso, entrega de becas, títulos, doctorados, conferencias... . Como vivíamos sombreados por lo que hoy se ha dado en llamar nacionalcatolicismo, que por cierto, a nadie perjudicaba, se celebró una Misa de libre y multitudinaria asistencia. Comprendo que en el nuevo siglo no pueda ni vislumbrarse ese aire especial de fiesta con que se revestían los actos iniciados con la Santa Misa. El Sacrificio del Altar presente para todo el que deseara aprovechar aquella gracia, libre y gratuita.
Regresan a mi memoria las canciones de la Tuna; el baile con uno de los tunos y mi percance con la combinación. La comida con profesores y alumnos y ¡cómo no!, la becerrada. Por supuesto , no faltaron pantomimas, teatro, encuentros deportivos y hasta un Auto Sacramental. En el programa leo que hubo un baile de gala en el hotel Castellana Hilton. Con sorpresas y gran fin de fiesta, al que no asistí, porque por ahí no pasaba el novio ausente que se encontraba en la Escuela Naval. La comisión organizadora le dio el nombre de "Baile del Oligopolio", como no podía ser menos tratándose ya de medio economistas.
Pienso que mejor que estrujar mi memoria extrayendo vivencias más o menos exactas, será mejor copiar tal cual, lo que sin duda escribiría por aquellos días. Sí recuerdo que disfruté como no creía posible, sobre todo por la timidez y complejos que siempre me asaltaban ante esas reuniones masivas. Por entonces ya había cambiado de pandilla por otra más afín a mi manera de ser. Más o menos el grupo lo formábamos: Tomás Garcia Docio, Jose María Echevarría, Marcelino de Dios, Carrasco, Alejandro Mola, Manolo Centeno, Carmina Hidalgo, Mary Cruz....
He rebuscado en varios cajones y en los cuadernos de esos años y lo único que encuentro es un papel amarillento, plagado de curvas y fórmulas con integrales por un lado y por el reverso una pequeña reseña, a año pasado, sobre nuestra fiesta. Por lo tanto con aquellas líneas y con mis recuerdos voy a intentar resucitarla.
"Soy feliz oyendo Clavelitos. Recuerdo mi Paso de Ecuador y me repito una vez más que han sido los mejores días de Facultad. Un tuno me dio un clavel y ma sacó a bailar. Al día siguiente salio un trocito de mí en el ABC"."
La ronda de la Tuna tuvo lugar en el patio trasero de la Facultad. Los propios tunos organizaron el bailoteo. El que me sacó a mí era bastante feo y bajito. Le conocía con anterioridad y siempre me pareció muy simpático. Cuando más entusiasmada me encontraba, sentí que algo se me aflojaba por la espalda; no tardé en darme cuenta que se trataba del corchete del forro negro que solía ponerme debajo de las faldas (nunca me gustaron las combinaciones que se llevaban porque abultaban mucho y para sustituirlas me hice un forro negro y otro blanco alternantes, según el color de los vestidos). Salir de aquel percance fue cuestión de segundos. Entre paso y paso propiné una patada al dichoso forro que de manera inexplicable desapareció entre la polvareda que levantaban nuestros pies al ritmo de la música. Al parecer nadie se percató, pero ya para siempre el machacante "Clavelitos" y una suave tela de raso acariciando mis piernas, van unidos en ese universo atemporal de los recuerdos.
El jueves 20 de febrero nos reunimos para la "Opípara Comida", según el programa, en el Círculo de la Unión Mercantil. No memorizo si fue opípara o no, pero sí divertida y animada. En la foto veo que al final me decidí por el vestido negro estrecho y de manga corta que hicimos entre Julia y yo. Con el cinturón ancho de ante color rojo. Guardado durante años y años por si alguna de mis hijas lo aprovechaba y del que me deshice últimamente. A los postres nos movilizamos para intercambiar dedicatorias en la invitación: "A unos ojos negros" de Alejandro Mola; "A mi petit poupé", no descifro su firma. "Eres tan guapa como buen economista tu padre", creo que de Manolo Centeno, a lo que respondió nuestro profesor de Estructura Económica, José Luís Sampedro: "Economista no sé, pero guapa, ¡bárbaro!". Sin duda ya despuntaba como académico de la Lengua. Como oro en paño guardé esta tarjeta con autógrafos inspirados y cariñosos. Había entre nosotros una corriente de compañerismo y afecto que todavía hoy añoro. Como oro en paño, hasta que hace unos meses quise tenerla más a mano y, por no sé qué extraño maleficio, no soy capaz de encontrar.
Y para no alargar más este tramo de añoranzas, dejo para mañana la narración de la becerrada con la que finalizaré el relato del Paso de Ecuador.
2 comentarios:
Si que hay gente que leemos este blog con interés.
Que gracia lo de Castañeda y el bloqueo que provocaban los profesores cuando eran profesores y no lo que hay ahora --salvo honrosos casos-- porque claro, mira los pobres que hayan recibido clases de Rodríguez el Traidor.
No me extraña que aumentase el consumo de drogas en aquella época.
CERRAJERO: Qué sorpresa verte por aquí!. Me gusta.
La verdad es que los profesores que había en la Universidad eran brillantes y con una autoridad impresionante. La prueba es que destacaron en todos los ámbitos.
Pero ¿tú crees que el rastrero y mentiroso Traidor merece el honroso nombre de profesor?
Publicar un comentario