Recuerdo la becerrada como de anteayer. Eso que en mis cuadernos apenas escribí diez o doce líneas con pequeños comentarios como :
"Al día siguiente la becerrada, que si no resultó extraordinaria me gustó hasta el episodio del toro y me gustaron los comentarios de los compañeros.
Villalón: "Te aseguro Militos que recé por vosotros"
Marcelino Colodrón: "¿Y Militos qué?, ahí quieta, como diciendo: Si a Pepe le coje a mí también".
Por la mañana en las clases, fue la comidilla de la facultad y yo no sabía donde meterme aunque en el fondo estaba encantada. La comida en el campo muy agradable y me halagó que el chico de la vespa me enseñase las dos entradas que había comprado para invitarme al baile de gala. Sin saber, el pobre, que tenía novio y lo de dejarme bailar con otros era algo por lo que no estaba dispuesto a pasar. Bastante le había costado que estudiase con tantos chicos, estando él tan lejos."
No escribí más, y no sé si Pepe tuvo miedo, a mí creo que ni siquiera me dio tiempo. Fue tan repentino que no pudimos hacer otra cosa. El improvisado ruedo estaba lleno de compañeros; todos hablando en corrillo. Yo al lado de Pepe y del resto de la pandilla. En un instante nos vimos solos, sin conocer la causa. El con sus muletas que le ayudaban a caminar con bastante dificultad. No recuerdo cuando conocí a Jose María Echevarría. Debió de ser por Jesús (el amigo de Julio que estudiaba Industriales en la Escuela del Paseo de la Castellana y que venía algunas veces a buscarme a la Facultad, para hablarme mal de su íntimo amigo e intentar desengañarme de mi noviazgo). El y su hermano Perico eran , como Julio y Jesús, antiguos alumnos del colegio del Pilar. Pepe tenía una gran problema en las piernas y se ayudaba con las muletas. Lo más probable consecuencia de una poliomelitis. Se notaba que hacía grandes esfuerzos para caminar. Sin embargo era muy animoso y participativo. Los dos encajamos pronto por lo que rapidamente se incorporó a nuestra pandilla, donde todos le apreciaban. Tengo que reconocer que mi pandilla de Económicas era especial y cómo lamento haberles perdido la pista. ¿Qué habrá sido de cada uno? Cuando me decidí a escribir estos banales recuerdos tenía la esperanza de encontrarme con alguno por Internet.
Jose maría contaba también con su excelente hermano Pedro que estudiaba Derecho y siempre venía a recogerle. Por lo que sé, continua a él por completo dedicado, ya que ahora, mi gran amigo Pepe, necesita la silla de ruedas para desplazarse. Esto lo supe de casualidad. Al cumplirse el centenario de la fundación del colegio del Pilar, Julio estuvo llamando a algunos compañeros para las celebraciones y Pedro le dijo que no podía asistir a ningun acto al tener que cuidar de su hermano. Yo, cobarde, no me atreví a comunicarme con ellos. Precisamente los dos hermanos fueron de los pocos compañeros que asistieron a mi boda, un 5 de Agosto,
"Al día siguiente la becerrada, que si no resultó extraordinaria me gustó hasta el episodio del toro y me gustaron los comentarios de los compañeros.
Villalón: "Te aseguro Militos que recé por vosotros"
Marcelino Colodrón: "¿Y Militos qué?, ahí quieta, como diciendo: Si a Pepe le coje a mí también".
Por la mañana en las clases, fue la comidilla de la facultad y yo no sabía donde meterme aunque en el fondo estaba encantada. La comida en el campo muy agradable y me halagó que el chico de la vespa me enseñase las dos entradas que había comprado para invitarme al baile de gala. Sin saber, el pobre, que tenía novio y lo de dejarme bailar con otros era algo por lo que no estaba dispuesto a pasar. Bastante le había costado que estudiase con tantos chicos, estando él tan lejos."
No escribí más, y no sé si Pepe tuvo miedo, a mí creo que ni siquiera me dio tiempo. Fue tan repentino que no pudimos hacer otra cosa. El improvisado ruedo estaba lleno de compañeros; todos hablando en corrillo. Yo al lado de Pepe y del resto de la pandilla. En un instante nos vimos solos, sin conocer la causa. El con sus muletas que le ayudaban a caminar con bastante dificultad. No recuerdo cuando conocí a Jose María Echevarría. Debió de ser por Jesús (el amigo de Julio que estudiaba Industriales en la Escuela del Paseo de la Castellana y que venía algunas veces a buscarme a la Facultad, para hablarme mal de su íntimo amigo e intentar desengañarme de mi noviazgo). El y su hermano Perico eran , como Julio y Jesús, antiguos alumnos del colegio del Pilar. Pepe tenía una gran problema en las piernas y se ayudaba con las muletas. Lo más probable consecuencia de una poliomelitis. Se notaba que hacía grandes esfuerzos para caminar. Sin embargo era muy animoso y participativo. Los dos encajamos pronto por lo que rapidamente se incorporó a nuestra pandilla, donde todos le apreciaban. Tengo que reconocer que mi pandilla de Económicas era especial y cómo lamento haberles perdido la pista. ¿Qué habrá sido de cada uno? Cuando me decidí a escribir estos banales recuerdos tenía la esperanza de encontrarme con alguno por Internet.
Jose maría contaba también con su excelente hermano Pedro que estudiaba Derecho y siempre venía a recogerle. Por lo que sé, continua a él por completo dedicado, ya que ahora, mi gran amigo Pepe, necesita la silla de ruedas para desplazarse. Esto lo supe de casualidad. Al cumplirse el centenario de la fundación del colegio del Pilar, Julio estuvo llamando a algunos compañeros para las celebraciones y Pedro le dijo que no podía asistir a ningun acto al tener que cuidar de su hermano. Yo, cobarde, no me atreví a comunicarme con ellos. Precisamente los dos hermanos fueron de los pocos compañeros que asistieron a mi boda, un 5 de Agosto,
Aquella tarde de toros no debía estar Pedro. Cuando más enfrascados estábamos en la conversación, repentinamente sentimos un silencioso vacío a nuestro alrededor. Nos miramos sin comprender aquello y a renglón seguido descubrimos frente a nosotros, un montículo próximo completamente abarrotado de personas, sin caer en la cuenta que eran los mismos que, en el momento anterior, nos acompañaban. Sentí la presión calurosa de un brazo de Echevarría sobre mis hombros en ademán protector. Fue entonces cuando giré la cabeza y ¡horror!, una especie de masa negra con dos aspas afiladas en lo que parecía una cabeza, se nos echaba encima a toda velocidad. No formulamos palabra alguna y permanecimos anclados en la tierra, como deben anclarse los cimientos de los rascacielos. Ya de cerca, comprobamos que no era una auténtico toro sino un becerro crecidito que antes de toparse con nuestros rígidos cuerpos, no dudó en describir una pequeña parábola, para seguir con su desbocado embiste. Ahora sí, todos nos llamaban y aplaudían. Nos ahorramos los reproches y buscamos el sitio más próximo para sentarnos juntos. Ya casi siempre juntos en las clases hasta que colgué la carrera para casarme. Bueno la carrera no, sólo mi asistencia a las clases, porque seguí estudiando y presentándome a exámenes hasta que la terminé, en mi séptimo embarazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario