AMIGOS

03 marzo, 2007

CHIKI------I

El caserón de San Bernardo en la actualidad. Pero ya no es lugar del saber




La juventud de un ser humano
no se mide por los años
que tiene, sino por
la curiosidad que almacena
PANIKER


La historia de Chiki comenzó con mi entrada en la Universidad. Ya dije que fue corta, muy corta. Realmente mínima pero voy a dedicarla una mención porque sin haber llegado a nada pudo desbaratar un proyecto de vida.

Como no soy partidaria de falsas humildades no me importa reconocer que tuve muchos compañeros tras de mí. Ya se encargaba nuestro fiel bedel Justo de ponerme al día en este tema. Sin embargo y curiosamente, el único que me dejó huella fue el que se llamaba Fernando - no recuerdo su apellido - y al que todos apelábamos Chiki. Canario,alto, delgado, guapo y siempre alegre.

De las treinta alumnas de sexto curso de bachiller, del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto - O`Donnell 57 -, nueve cursamos el Preuniversitario (recién establecido en sustitución de Séptimo y Revalida). La única de Letras yo, con lo que disponía de un profesor de Latín y otro de Griego para mí sola. No era muy frecuente todavía que las mujeres estudiaran una carrera, A mis hermanas y a mí no nos quedó otro remedio ya que, como recuerda Mary Carmen, desde la cuna fuimos mentalizadas con la idea de que el final de los estudios culminaría con un título universitario. No había otra opción y ni siquiera lo preguntábamos. Mi inclinación apuntaba a Filosofía y Letras, lo más común junto con Farmacia entre las chicas. Pero mi padre con su buena cabeza dilucidó que, a causa de mi noviazgo, plantaría los estudios antes de tiempo y sólo con su ayuda podría terminarlos. Efectivamente su preclara razón una vez más dió en el clavo. Con media carrera aprobada contraje matrimonio y la otra media fuí rematándola entre hijo e hijo. Yendo él a San Fernando para explicarme algunas asignaturas y recomendándome eficazmente en otras. Tan eficaz que en una ocasión, estando embarazada de mi tercer hijo (Julito), debía examinarme de Derecho Fiscal en Barcelona. Trasladamos el expediente a esa facultad porque en Madrid tenía la cátedra Fuentes Quintana, gran amigo de mi padre pero que ya tuvo el gusto de aprobarme Hacienda Pública sin recomendación explícita,forzada únicamente por mi apellido. Fuentes (quién más adelante sería nombrado gobernador del Banco de España) era el segundo "hueso" de Económicas y a fin de no violentarle mi progenitor,en un rasgo de delicadeza, me matriculó en la facultad catalana para pasar el trago con un antiguo alumno suyo que ejercía por aquellas tierras. La noche anterior a mi desplazamiento una maligna diarrea me hizo temer por el embarazo por lo que no me decidí a emprender viaje alguno, con gran disgusto paterno. Dándose el caso que otra alumna de nombre parecido al mío pudo beneficiarse de la recomendación. Cuando el catedrático comunicó a mi padre la feliz noticia del aprobado, en mi casa de soltera se desencadenó una sonora tormenta.
Arrinconé el Derecho Fiscal hasta otro embarazo, el de mi hija Esther. Y con la inauguración de esta Facultad en Málaga conseguí aprobarlo. Celebramos la noticia con champán en San Fernando. Fue éste el final de mi carrera, lo mínimo que podía ofrecer a mi padre. Gracias a su empeño y su inasequible desaliento alcanzamos aquella meta, trazada por él desde mi más tierna infancia. Mi única aportación fue dejarme llevar. Eran esos tiempos maravillosos y certeros en que los hijos no cuestionábamos las decisiones paternas. Por ese convencimiento pleno de que la palabra padre nunca sería sinónimo de enemigo ya que su función, ¡faltaría más!, era la de protegernos, dirigirnos y guiarnos a buen puerto.

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