AMIGOS

21 julio, 2008

MATEMÁTICAS DE SEGUNDO, BARBANCHO




Otro de los éxamenes con incidencias fue el de matemáticas de segundo. La asignatura estaba a cargo de Alfonso García Barbancho que por entonces no ostentaba la titulación de catedrático, obteniendo más tarde las cátedras de Barcelona, Málaga y Sevilla. Por lo que he podido averiguar cuando abandonó la Universidad Central, como se conocía al caserón de San Bernardo, para asumir dichas cátedras dentro de la carrera de Económicas siendo un gran matemático, se orientó de manera exhaustiva hacía la Estadística y la Econometría. Fue el primer catedrático de Econometría de la Universidad de Barcelona.

Cordobés de nacimiento, a parte de su gran inteligencia matemática y su inclinación por la Estadística, por lo que mi padre contaba de él, se trataba de una persona con auténticas dotes humanas; amigo de todo el mundo y fiel compañero al que todos apreciaban.
Publicó su primer libro en el año 1962, titulado: "Fundamentos de la Econometría". El propio introductor de esta ciencia en España, Ángel Alcaide (en otra ocasión hablaré de este catedrático y amigo) Opinaba que dicho libro facilitaría enormemente a los alumnos el estudio de tal asignatura, por la ausencia de símbolos matemáticos. Con toda seguridad esto sería cierto porque los que llegamos a ella con anterioridad a la publicación de esos Fundamentos, nos encontramos con una verdadera maraña de números y símbolos que no había manera de desenredar. Otra de sus importantes publicaciones fue la "Estadística Elemental Moderna", libro que después de diez ediciones, revisado y actualizado, volvió a publicarse en 1986.

Como ya he señalado, era grande la amistad entre él y mi padre. También yo le conocía por algunos de aquellos aperitivos que se organizaban en la calle Narvaez, al salir de la Academia. Por esta circunstancia no hubo necesidad de recomendación expresa.

El examen de Matemáticas se realizaba en dos fases, siendo necesario aprobar la primera para pasar a la segunda. Rodeada como siempre por mi fiel pandilla, ocupamos nuestro puestos de manera estratégica hacia la mitad del aula señalada para tal fin. Dispuestos a compartir conocimientos y chuletas, de las que yo había desistido después del incidente de Estadística. La prueba fue muy complicada y ninguno de los de mi alrededor supimos desarrollarla con efectividad. En mi caso quedaron en blanco algunos de los ejercicios. Salimos en tropel, desaminados y con la misma impresión: ¡suspenso!. Con sinceridad supuse que ni el mismo Barbancho podría lanzarme un cable. A los pocos días apareció la lista con los aprobados y ninguno de la pandilla se molestó en inspecionarla, tan seguros estábamos de que, ni por un sonido de flauta mágica, podíamos aparecer en ella.

Al mes siguiente se realizaría el segundo examen, dando al mismo tiempo la oportunidad de repetir el anterior a los suspendidos. Ya nos encontrábamos en la puerta del aula cuando mi querido bedel Justo, apareció apresuradamente a mi lado y con discrección me confió que yo figuraba en la lista de los aprobados y tenía que entrar en el aula donde se examinaban de la segunda parte.. En lugar de alegrarme aquello me sentó como un ladrillo en la cabeza. ¿Cómo iba a justificarme con los compañeros?. De manera que, no sé si por solidaridad o bochorno, me empeñé en seguir a los suspendidos. Una vez repartidos los ejercicios a efectuar, aparece el mismo Barbancho y desde la puerta pregunta:
_"¿Pero no está aquí la señorita Milagros G-I?.
¡Hubiese agradecido tanto un socorrido infarto que me llevase lejos de allí!. Pero no lo hubo y enrojecida hasta la juntura de los huesos, tuve que descender apresurada aquellos terroríficos escalones. El profesor, con cara de no conocerme exclamó:
_"Señorita, se ha equivocado de aula, ¿usted no se ha visto en la lista de aprobados?.
Tuve la débil esperanza de que mis compañeros no se hubieran percatado de la situación pero las carcajadas de la mayoría me sacaron de dudas. ¿Puede alguién dudar de que todavía sienta en mis mejillas el mismo rubor de aquella mañana?.

Ni que decir tiene que aprobé también la segunda parte. Sin embargo aquel día ya había comenzado mal desde el principio. Antes de salir de casa estuve horas intentando poner en orden mi peinado. la noche anterior, en un exceso de nervios, decidí cortarme yo misma la melena y no encontraba la manera de que me gustase el resultado. Malhumorada subí al autobús que, a lo largo de la Gran Vía, me llevaba hasta las proximidades de la calle de San Bernardo. La esquina derecha de dicha calle, perteneciente a unos almacenes de ropa, se encontraba revestida de un enorme espejo que yo odiaba pero que, de forma irresistible, en él me miraba de refilón cada vez que pasaba por allí para encontrarme, ¡cómo no!, siempre horrorosa. Aquella mañana no iba a ser didtinto. El resultado a mis ojos fue tan deprimente que "ipso facto", me prometí a mí misma no volver a hacerlo. Promesa que no cumplí, reconociendo que ni un sólo día me vi reflejada ni tan siquiera de manera pasable. No cabe duda la complejidad femenina que gusta de estos actos semi- masoquistas.

Una vez terminada la accidentada prueba de matemáticas, Me sujeta por un brazo un alumno con el que nunca había intercambiado palabra. Al soltarme y cuando ya iba a descargar sobre él las iras del huracán que, en ocasiones, ruge dentro de mí de manera incontrolada, me pregunta:
_"¿Puedo decirte una cosa?".
_"Sí, pero date prisa porque tengo otra clase".

_"Mira que creo has hecho muy mal en cortarte la malena negra que tenías. Cuando entraban los rayos de sol por la ventana, desde arriba me encantaba ver los reflejos azulados de tu pelo. Y te favorecía mucho más".
Sin duda el joven debía tener alma de poeta y no supe comprenderle. Sólo respondí:

_"Vale, gracias, ¡eh!", equivalente al:"¿Tú de qué vas?", de nuestros días.

Como no estaba para más disquisiciones decidí sin más, marchar a mi casa. Y lo hice con un paseo por la Gran Vía. En la distancia, siento la necesidad de sincerarme conmigo misma y reconocer que la intención de caminar debió de ser la de comprobar si mi corte de pelo tenía el mismo efecto negativo entre los transeuntes que el producido en aquel alumno desconocido para mí. No fue así y el trayecto hasta la calle O'Donnell no sufrió variación alguna, en cantidad ni calidad, respecto a los piropos de rigor.


Alfonso García Barbancho, más tarde, concretamente en 1965, fue encargado de sacar adelante la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Málaga. Con escasez de resursos económicos y de profesorado, por lo que cada uno tendría a su cargo varias asignaturas. Cumplida su misión, le trasladaron a la Universidad Autónoma de Madrid. Sin embargo, sus raices le condujeron de nuevo a Andalucía, donde realmente se consolidó su docencia universitaria. Creó en Málaga una escuela de Económetras y Estadísticos en verdad notables. En ella destacó José María Otero, autor de "Lógica y Limitaciones de la Econometría" (1978) que junto con los "Fundamentos" de García Barbancho son un auténtico soporte para iniciarse en el estudio de esta ciencia, para mí nunca entendible, de la Econometría.

Precisamente en la Facultad de Málaga, unos cinco años después de su inauguración, retomé la senda universitaria, desde Cádiz, cuando ya sólo me faltaban tres asignaturas para la licenciatura. Si mal no recuerdo eran: Contabilidad, "Organización, costes y...", y el Derecho Fiscal. No me encontré allí con Barbancho y sí con grandes dificultades para adaptarme a un mundo universitario que ya no era el mío, más por el drástico cambio del alumnado que por mi propia evolución.


Algunos datos han sido tomados de un artículo IN MEMORIAN de Alfonso García Barbancho, escrito por Ángel Alcaide Inchauste.


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