AMIGOS

08 octubre, 2010

NUESTRO PRIMER BAILE

En la fotografía: Julio, Militos, Antonio, Mendiondo y su novia, más tarde su mujer.

Los tiempos actuales no se parecen en nada a los de aquellos días. A veces me pregunto cómo una misma persona puede haber vivido cosas tan diferentes, a veces opuestas, en un mismo país, en una misma ciudad, en un mismo mundo. no es que me parezca mala la época que vivimos en la actualidad, la verdad es que me he adaptado a ella de manera prodigiosa y la disfruto con intensidad en todo lo bueno que tiene, pero sí, en cierto modo, cuando me paro a recordar, me cuesta identificarme, sentirme una con la que fui...

En fin, mi intención no era la de filosofar en esta entrada, sólo pretendía relatar cómo fue aquel primer baile mío y digo mío porque Julio ya lo había hecho otras  veces antes de conocernos. Yo ni con él ni sin él había bailado nunca, a excepción de con mis hermanos, en mi casa y en casa de aquel amigo entrañable que también se llamaba Julio y que fue el primer amigo íntimo que tuve, a los quince años. De su vida, que acabó trágicamente, ya hablé en este blog en tres post titulados:  "Un amigo como aquel."

Debo aclarar algo: No me gustaría que alguien pensara que era una sosa, remilgada o torpe para el baile, por el contrario me encantaba y no lo hacía nada mal; el único impedimento fue una ofrenda  a la Virgen María que tuvo conmigo la delicadeza de quererme en su Congregación Mariana cuando era una quinceañera. Una de las Normas, entre otras, de dicha Congregación fijada por la Superiora del Colegio, Madre Fernanda, era la de no bailar, algo que no suponía nada para la gran dicha de ser congregante y llevar siempre su medalla conmigo. Esto que ahora puede parecer pueril, entonces era bastante normal. ¡¡Qué le vamos a hacer, éramos así!!
Cuando conocí a Julio fui a algunos "guateques", pero nunca bailé, lo pasaba muy bien viendo a los demás y "pinchando" los discos, aunque me "picaba" verle a él lucirse con mis amigas.
No fuimos novios hasta pasado un año y meses de conocernos, cuando estaba a punto de ingresar en la Escuela Naval Militar.


Recién comenzado el cuarto curso y unos días antes de su embarque en el Buque Escuela Elcano, que fue el 9 de enero de 1959, tuvo lugar nuestro primer baile juntos... Era la noche del 5, en la fiesta que se conocía como el Cotillón de Reyes.
Conseguir el permiso paterno para salir por primera vez de noche con el novio, a pesar de mis ventidos años, fue toda una odisea. No lo hubiera conseguido sin la intervención de mi hermano Jose Luis, que por entonces era Aspirante de segundo en la Escuela Naval.
La salida sería con él, unos compañeros y su inseparable amigo del colegio, Mendiondo, ojito derecho de mi padre porque  ya jugaba en el Atleti Madrid como defensa izquierdo; buen jugador de futbol y buen juerguista lo que ocasionó su breve paso por el equipo, aunque siempre siguió en ese mundo, consiguiendo que su hijo también jugara con los llamados "colchoneros." Actualmente, éste último se encuentra en un equipo turco con el antiguo entrenador nacional Luis.
Mi intención tampoco era la de hablar de futbol, pero fue algo colateral que influyó de manera favorable en la autorización de mi padre.

EL  BAILE 

Artículo del ABC, que aún conservo, aunque muy deteriorado, donde se narraba la llegada de Elcano a Puerto Rico.
Por esos días escribí en mis cuadernos:

Leí en el ABC que llegó a Nueva York el Juan Sebastián Elcano, con tres días de retraso a causa del mal tiempo. Lo que da lugar a mayor retraso en las cartas de Julio, bueno lo importante es que llegue bien y con buen ánimo. Rezo con ellos su oración de la noche en la cubierta del barco:
"Tú que dispones de tierra y mar,
haces la calma y la tempestad,
ten de nosotros, Señor, piedad,
Señor, piedad..."
Piedad de ellos, Señor, y de mi que esto se me está haciendo muy largo.  
En fin y por ahora, no ha sucedido nada más en este 17 de abril en que el cielo está despejado, con el contraste de un viento huracanado que la tiene tomada con mi pelo y con mis faldas

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Ese 5 de enero para nosotros era ya la despedida, al día siguiente de Reyes, Julio, marcharía a Marín (Pontevedra) para embarcar el día 9 hacia las Américas. Por eso aquel  baile fue tan especial, por ser el primero y por estar acompañado de una larga separación de seis meses, con la gran incógnita de si seríamos capaces de superarlo... Agasajado él en todos los puertos, hoy se diría acosado, por las jovencitas más relevantes de la sociedad americana y yo en la Universidad con muchos compañeros, aunque esté mal el decirlo, deseando el fracaso de mi compromiso.

Para muestra una imagen

El interfecto y  sus compañeros cortejando a la Mis Pensacola de aquel año.

Aquella noche, con mi hermano y sus amigos fuimos a recoger a su gran amiga, una de las hijas del escritor Torrente Ballester, brillante intelectual ferrolano, galardonado con numerosos premios, entre ellos el Cervantes y multiples novelas, Don Juan, La rosa de los vientos..., obras de teatro: El viaje del joven Tobias, El retorno de Ulises..., aunque la que le  haría más popular fue la trilogía "Los Gozos y las Sombras."
Tengo que reconocer que tanto la mansión como la niña eran impresionantes, no demasiado guapa, pero con un estilo apabullante; todos con la boca abierta cuando descendía hacia nosotros arrastrando su abrigo por una escalinata de película.
Y a todo esto, ¿Del baile qué?:
Si digo la verdad no recuerdo mucho, sé que fue en el hotel Castellana Hilton de la calle Miguel Ángel, con reparto del clásico cotillón y la emoción nueva de verme en brazos de mi novio, arrullados por la música que debía ser lenta y melancólica a juzgar por la foto




Como era costumbre, de allí fuimos a tomar chocolate con churros a San Ginés. Algunos comenzamos el nuevo día, festividad de los Reyes Magos, en la primera Misa de la mañana, con la sorpresa de que el sacerdote, oficiante de la Santa Misa,en su homilia, nos lanzó un tremendo rapapolvos por asistir a la misma con nuestros trajes de fiesta,  para él indicio de orgia  y desenfreno.

Lo que sí recuerdo, como si fuera hoy, es el enfado y la cara de mi padre cuando, ingenua de mi, le enseñé esta fotografía. Estaba convencida de que le gustaría y mi asombro fue su respuesta:

"Si ya decía yo que no debí dejarte salir."
Atónita me quedé, pero no me atreví a preguntar nada por miedo a una bofetada paterna que nunca, hasta ese momento, había estado a punto de recibir.
¿A qué se debería su enfado?: Mi madre, como casi siempre, supo traducírmelo:
"Pues, hija, que estáis demasiado juntos"
 No podía creerlo. Si es lo que digo, aquellos tiempos no tienen nada que ver con éstos.
Año y medio más tarde nos casamos.


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