AMIGOS

23 marzo, 2008

Mi Aprobado de Hacienda Pública




Cómo ya he dicho, el catedrático Enrique fuentes Quintana era el otro hueso de la carrera de Económicas; Avalo esta opinión con el triste resultado obtenido por mi amigo José Ramón a pesar de la recomendación que aportaba para aprobar esa asignatura; ni más ni menos que de la excelentísima Dª Carmen Polo de Franco: ¡suspenso!. Lo mismo que hiciera Castañeda con él. En otra ocasión daré datos biográficos de nuestro catedrático, que desempeñó, entre otros, el cargo de vicepresidente segundo en el gobierno de Adolfo suarez.
Hoy sólo me voy a referir a las circunstancias que rodearon mi examen de Hacienda Pública.

Cuando me presenté a este examen me encontraba en el octavo mes de mi primer embarazo. Deseaba dar a luz en Madrid porque el entorno de San Fernando (Cádiz) no me inspiraba mucha confianza, aunque luego nacieron allí siete de mis hijos y sin ningún problema. Al mismo tiempo quería presentarme a algunas de las asignaturas que tenía pendientes. Compromiso adquirido con mi padre que autorizó mi boda con la condición de que terminase sin prisas, como así fue, la carrera. Es verdad que me vi obligada a pasar por un pequeño apuro, ¡eran otros tiempos!, el de aparecer ante mis compañeros en aquel estado avanzado de gestación pero logré superarlo. Y los que antes me piropeaban de una forma escandalosa, hoy se llamaría "acoso", en ese momento me encontraban muy elegante. En fin, de aquella manera tuve la osadia de acudir al examen de Educación Física que, siendo una de las -"marias", junto con Religión e idioma (Francés en mi caso, que si llego a saber esto de internet hubiese elegido la lengua "mater" de algunos de mis nietos), era necesario aprobar para obtener el título universitario. Mi sorpresa fue cuando a la profesora de Gimnasia no le vastó contemplar mi abultada apariencia, sino que me exigió presentarle otro día un certificado médico. Por suerte me concedió la exención de los cinco cursos a los que nunca me había presentado. Y todo gracias a la que un mes más tarde sería mi hija Begoña.

Con la Hacienda todo fue distinto, mi padre no quiso recomendarme a Fuentes porque, como gran amigo suyo, no le parecía bien violentar su decisión. El programa de la asignatura era francamente terrorífico. Algunos conocimientos si llevaba aprendidos, necesarios pero no suficientes. Lozano que vigilaba el aula se acercó a mí y me dijo:

"Tú escribe mucho y no dejes ninguna pregunta en blanco".
Aquello ya me gusto más, porque he de reconocer que lo que se dice escribir nunca se me dio mal del todo. De todo esto resultó que Fuentes, al descubrir el apellido, pidió a José María el encargo de corregir mi examen y que no se lo enseñara ni para supervisarlo; algo que no hacía con nadie. A los pocos días mi protector ayudante me dijo al teléfono:

¡Enhorabuena!. Aprobaste por tus méritos. Se nota que estudiaste porque alguna idea sí has expuesto y sobre todo has escrito algo esencial: " la Hacienda es lo más importante para todos".

¡Qué grado de elegancia el de Lozano!. Claro que ahora caigo en la cuenta del valor auténtico de esas palabras mías, Sin lugar a dudas, fue la inspiración de la famosa frase que vendría en años posteriores: "Hacienda somos todos". Y yo ignorante de mi valía.

Cuando Enrique Fuentes llamó a mi padre para comunicarle la buena nueva, le riñó amigablemente por no haber tenido la confianza de recomendarme. En alguna ocasión ya he contado que el catedrático comenzó la carrera en el primer año de su institución en España. Mi padre en el segundo. Los dos eran ya licenciados en Derecho pero Enrique tuvo que solicitar la ayuda de Goyo para aprobar Castañeda y su Teoría Económica. Mi aprobado pudo ser la justa correspondencia, ni siquiera solicitada, a la generosidad de mi progenitor.
Así actuaba mi padre en todos los órdenes de la vida, con esa prudencia y sexto sentido que le caracterizaba.



JOSÉ MARÍA LOZANO IRUESTE


Uno de los profesores que recuerdo con más cariño y admiración fue José María Lozano que desdichadamente, me entero ahora, falleció en Junio del 2006. En realidad podía figurar en el apartado de queridos amigos.


Conocí a José María, en la academia de Jorge Juan, como alumno destacado de mi padre. De inmediato se estableció entre ellos una gran amistad que de refilón también recayó en mí.. Contaba ya con la carrera de Derecho, varios idiomas y algún título más. Por sus grandes dotes como estudiante y por la convalidación de asignaturas se licenció en Económicas en breve tiempo. Con tanta celeridad que fue profesor ayudante de Fuentes Quintana en la asignatura de Hacienda Pública, cuando yo comencé a cursarla; lo que he de reconocer me ayudó de manera notable. Pasados unos años obtuvo la cátedra. Siendo autor también de varios libros referentes a Economía como: "Diccionario bilingüe de Economía y Empresa", "El libro de la pipa"(fumador elegante él de la misma), "Introducción a la Teoría del presupuesto"...y etc.


Lozano era de esas personas que por donde pasan van dejando huella y huella indeleble. Su auténtica vocación fue la diplomacia, presentándose con insistencia durante varias convocatorias a una oposición que, por lo que tengo entendido, ha sido suprimida en la actualidad ya que hoy se eligen los diplomáticos, entre otras cualidades, por su afinidad a los distintos gobiernos de la nación. Profesión para la que se encontraba altamente cualificado, no sólo por la brillantez de sus exámenes, sino también por sus grandes dotes innatas.. Al ser rechazado una y otra vez, alguien le recomendó amistosamente que desistiera de su tenaz empeño. ¿La causa?: aquel defecto físico ocasionado por la explosión de una granada en la Guerra Civil. contienda en la que participó como alférez universitario en el ejército nacional. Lo que debería haber sido un mérito en la España franquista, fue el único impedimento para la consecución de sus aspiraciones profesionales. Entregar su mano derecha en defensa de la Patria conllevó así mismo la entrega de sus bien justificadas ilusiones. ¿Extraño que, al rememorar hoy este hecho, sienta idéntico dolor al que sentí cuando él mismo nos lo confió a mi padre y a mí?. Sin duda, tuvo que asumir una de esas injusticias de la vida que de alguna forma deben ser recompensadas más allá de lo terreno.


José María suplía con creces aquella carencia. Más que con el guante que cubría su prótesis, ésta se desvanecía por el encanto y elegancia que toda su persona derrochaba a manos llenas, sí a manos llenas. Su sabiduría, su preparación intelectual, aquel poder de absorción que poseía para captar el interés de cuantos le escuchaban, su chispa irónica... , hacían de su conversación un algo inigualable. Han pasado ya demasiados años y acontecimientos en mi vida y sin embargo, no he encontrado por el mundo persona alguna que le supere en semejantes dotes. El profesor y amigo que yo recuerdo vigente está, con ese bagaje especial, en mi memoria.


Por añadidura, no había en él resentimiento alguno. Transmitía seguridad, optimismo y alegría. Tal vez por eso su mujer, Luz, también era admirable. No terminaría de sumar elogios hacia esta persona querida y añorada. Me retraigo sólo para que nadie piense que lo hago por esa deuda de gratitud contraída con él cuando aprobé, gracias a su colaboración, la asignatura de Hacienda que impartía Fuentes Quintana, el otro "hueso" de Económicas.
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